Eduquemos niñas valientes, no perfectas

Un hombre se puede presentar a una entrevista de trabajo aún cuando sólo cuente con el 60% de las habilidades demandadas. Una mujer no se siente segura ni cuando tiene el 100% de la cualificación. Pero ¿Por qué nos pasa eso? Se le conoce como “El síndrome del impostor”. Se le conoce también como fenómeno del impostor o síndrome de fraude. Es un fenómeno psicológico en el que la gente es incapaz de internalizar sus logros. El síndrome del impostor se da particularmente entre mujeres con éxito en sus carreras y, por ello, la mayoría de estudios se han realizado en mujeres. Todo esto empieza en la educación. Les hemos enseñado a los niños a ser valientes y siempre aceptar retos. A las niñas les enseñamos a tener cuidado y a ser unas damas.

Niñas valientes. Niñas perfectas.

Les enseñamos a los niños a ser caballeros (en el mejor de los casos) que salve a la damisela en peligro. A que sean valientes, a que no lloren. Y a las mujeres las educamos a esperar que sean rescatadas. Porque ellas no tienen por que luchar, ellas sólo se tienen que ver perfectas a pesar de cualquier cosa. Es complicado cambiar la forma de educar a los niños de la noche a la mañana. Día a día avanzamos en este punto. Pero la igualdad de género, o más bien, la desigualdad de género, vive en nuestro subconsiente colectivo. Ahí, está lleno de ideas sexistas con las que hemos convivido durante miles de años. Nos enseñaron a sonreír, a no tomar riesgos, a no ensuciarnos. Nos felicitaban cuando nos quedábamos calladas y nos portábamos bien. Eso nos hace crecer en una burbuja en donde nos quedamos sabiendo que no se espera lo mismo de nosotras que de los hombres. Terminamos asumiendo tareas seguras. Tareas que no requieren valentía y sentimos que cuando algo sale mal, cuando hay problemas, es por nuestra culpa. Es porque hay algo mal con nosotras. Todo esto causa que la depresión y la ansiedad forme una gran parte de nuestras vidas. Cambiar esto no va a ser tarea fácil. Necesitamos empezar a empoderar a nuestras hijas. Enseñarles a ser valientes, a tomar riesgos, a salvarse a ellas mismas. Ponerles el ejemplo de mujeres fuertes. Y por esto no digo que tengamos que ponerles la película de Juana De Arco. Los tiempo han cambiado. Tenemos películas como Moana, o Valiente, que las pueden inspirar a querer más y a ser más. Libros como “La princesa que creía en los cuentos de hadas” para las que ya están un poco más grandes. Tenemos que crear una red de soporte que las anime. Que las haga creer en ellas mismas y que las haga querer sacar el increíble potencial que tienen para hacer cosas inimaginables y llegar al cielo.

Eduquemos niñas valientes para que juntas en el futuro sigamos logrando todo.



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